El Gran Regalo
Nuevamente la época de Navidad. Celebraciones, alegría, regalos…Tiempo para dar y recibir.
Para los niños, y los no tan niños, la ilusión y la espera de recibir un regalo. Ese sentimiento especial al recibir algo de parte de alguien quien nos ama. Pero más aún cuando lo que recibimos era justo lo que esperábamos o justo lo que necesitamos.
¡Que hermoso cuando vemos la sonrisa y alegría del niño que recibe su regalo!
Probablemente todos hayamos participado de una u otra manera en el dar y recibir, y haber experimentado las hermosas emociones que vienen acompañadas de tales actos.
Pero, ¿como nos sentimos cuando lo que hemos regalado es relegado a un segundo o tercer lugar en importancia? ¿Que sentimos cuando lo que parecía haber traído gran alegría ha perdido el efecto que causó cuando fue recibido? Creo que también todos hemos pasado por esto. Nos consolamos en algo al pensar que esto es normal en los niños.
Hace unos 2000 años la humanidad recibió un gran regalo de parte de Dios. Quizás no todos lo esperaban, pero era el regalo perfecto.
No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo; que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. – Lucas 2:10-11
Un Salvador. Justo lo que necesitábamos. La solución a una vida sin sentido, la salvación de un mundo en perdición. El regalo que nadie se podía comprar para si mismo.
Al igual que esperamos que un niño reciba nuestro regalo con alegría, Dios espera que atesoremos el regalo de la salvación. ¿Cómo crees que se sentirá Dios si relegamos a un segundo o menor lugar la salvación que nos ha dado? Esto sería actuar como los niños que juegan con la caja y se olvidan del regalo. Pero ya es tiempo que dejemos las cosas de niños.
Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. – 1 Cor 13:11
Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. – 1 Cor 14:20
Ciertamente podremos recibir cosas en este mundo que nos den algún grado de alegría, pero nada que recibamos jamás comparará con el regalo de la salvación.
Este gran regalo sigue teniendo la misma eficacia hoy que cuando lo recibimos. ¿Cuál es tu actitud hoy con respecto al regalo de la salvación? No permitamos que otros regalos de la vida le quiten a Cristo el lugar que le pertenece en nuestras vidas.
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