Reyes sin coronas
Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David. – 1 Samuel 16:12-13
Es difícil esperar. Si queremos alguna consolación deberíamos estudiar la vida del Rey David. Este fue elegido por Dios para ser Rey sobre Israel, pero pasaron muchos años antes de que pudiera tomar posesión del reino.
En el caso de David el problema no fue solo el tiempo de espera, sino las situaciones que tuvo que vivir mientras esperaba. Todos los años de espera fueron en persecución pues el Rey Saúl había puesto una orden de muerte para David (1 Samuel 19:1). En adición, entre otras cosas, tuvo que hacerse el loco (1 Samuel 21:11-12), dejar su tierra (1 Samuel 22:3) y vivir en el desierto (1 Samuel 23:14) para salvar su vida. Durante todo este tiempo David fue un Rey sin corona. Peor aún, fue un Rey perseguido como un criminal.
David tuvo oportunidades de matar a Saúl, pudiendo terminar la persecución y finalmente reclamar la corona. Sin embargo, el decidió no tratar de “ayudar” a Dios para que la promesa que le había hecho se hiciera realidad.
Al igual que a David a nosotros también tenemos muchas promesa, entre ellas la de una corona.
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. – Santiago 1:12
Nos preguntamos cuando terminara la espera para recibir lo que Dios nos ha prometido. Anhelamos el momento en que pasen las situaciones que acompañan este tiempo de espera. A veces nos vemos tentados a “ayudar” a Dios para alcanzar nuestras promesas, pero esto solo puede tener el efecto de alargar la espera.
No es fácil esperar, pero de la misma forma que David recibió su promesa, nosotros veremos el cumplimiento de todas las promesas de Dios. En adición, de la misma forma que el Espíritu de Dios estuvo con David desde el momento en que fue ungido, el Espíritu Santo nos acompaña y nunca nos dejará.
No recibiremos una corona en esta tierra. Al igual que David somos reyes sin coronas. Pero si permanecemos firmes recibiremos nuestra corona y reinaremos juntamente con Él en la eternidad (2 Timoteo 2:12). Mientras tanto esperemos pacientemente en Dios confiados en que Él nos dará las fuerzas y nos capacitará para seguir el camino que resta para reclamar nuestras coronas.
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