Preparándonos para la Tierra Prometida
El pueblo de Israel celebró su primera pascua justo antes de comenzar su regreso hacia la Tierra Prometida. Esto sucedió luego de unos 430 años de exilio, muchos de los cuales fueron en dura esclavitud. El proceso por el cual recibieron su liberación fue uno lleno de grandes demostraciones del poder de Dios. Ellos fueron testigos de que Su Dios fue fiel en cumplir lo que prometió, aun en medio de circunstancias humanamente imposibles.
Podríamos pensar que la fe de una persona que ha vivido experiencias como estas nunca se apartará de Dios, pero esto no fue el caso para cientos de miles de israelitas que salieron de Egipto.
¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? – Éxodo 14:11
Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud. – Éxodo 16:2-3
¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? – Éxodo 17:3
El pueblo de Israel ya estaba a punto de recibir su promesa, pero se enfocaron en las complicaciones del proceso en lugar de enfocarse en las bendiciones prometidas.
Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! … ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? … volvámonos a Egipto. – Números 14:1-4
Se olvidaron de la demonstración del poder de Dios que los libró de Egipto. Preferían la “seguridad” que les daba una vida de esclavitud, antes que caminar en un proceso de dependencia y confianza hacia la certidumbre de las promesas de Dios. Sus cuerpos estaban libres, pero en sus corazones seguían siendo esclavos. Es aquí el problema: la tierra prometida no es para esclavos, sino para libres. La actitud de este pueblo llevó a que toda la generación que salió de Egipto muriera en el desierto sin recibir la promesa.
Nosotros también tenemos un llamado a entrar a la tierra prometida. No es un llamado entrar una nación sobre la tierra, sino al reino eterno de Dios. Nuestro llamado comienza al recibir a Jesús como el salvador que nos rescata de la esclavitud y la desesperanza que produce el pecado en nuestras vidas.
No tenemos que cruzar un desierto físico para alcanzar nuestra Tierra Prometida, pero si tenemos que pasar a través e un desierto de moralidad y decadencia espiritual. Las circunstancias de nuestro peregrinaje a veces nos llevan a ser tentados con la idea de regresar a la vida sin esperanza del pasado. Al igual que los israelitas nos desenfocamos y tendemos a ver los problemas más grandes de lo que son. Cuando esto sucede tenemos que recordar de donde fuimos rescatados, y que el Dios que nos rescató es igualmente poderoso para dirigirnos en victoria hasta nuestro destino final.
Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. – Juan 16:33
Cambia la mirada de un pasado de incertidumbre y desesperanza un futuro de certeza y esperanza en Jesús.
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