¿Estoy glorificando a Dios?
Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. – Romanos 1:21
Normalmente estos son versículos que relacionamos con personas que intencionalmente deciden no reconocer ni someterse a la voluntad de Dios; aquellos que aun con toda la evidencia que nos da la creación no quieren admitir la existencia del creador. Como resultado de esta actitud estas personas son abandonadas a una serie de condiciones acordes a su postura (Romanos 1:22-32).
Recientemente fui impactado al leer este versículo en una versión en Inglés que utiliza la frase “no le honraron” en lugar de “no le glorificaron”. Nunca había visto este versículo como aplicable a mí, pues de acuerdo a mi entendimiento no tengo problema alguno en reconocer quien es Dios y el lugar que Él se merece (glorificarle). Pero al leer la versión que lee “no le honraron” mis ojos fueron abiertos con la triste realidad de que no siempre honro a Dios.
No quiero que me interpreten mal, pues estoy claramente convencido de que amo a Dios, pero no siempre honro a Dios con mis acciones. No que esté haciendo lo contrario, pero la palabra “honrar” me compele a reflexionar mis acciones para asegurarme de que a través de las mismas esté intencionalmente honrando a Dios. También tengo que aceptar que no siempre le doy gracias a Dios por quien Él es y por todo lo que El significa para mí.
Estoy claro de que el contexto de “Romanos 1:18-32” se centra en aquellos que intencionalmente no honran a Dios, pero después de la forma que este versículo ha hablado a mi vida quiero asegurarme que en ninguna manera vaya a caer en el mismo error de estas personas al ser irresponsable y no asegurarme de intencionalmente honrar a Dios.
La biblia nos exhorta a “no conformarnos a este siglo” (Romanos 12:2). La filosofía dominante del tiempo en que vivimos coloca a cada individuo como el centro de todo y la moral relativa a los intereses individuales. Peor aún, cada día son más los que se mofan de aquellos que creemos en la autoridad de la palabra de Dios. No podemos conformarnos a esta tendencia. Ignorar la situación puede llevarnos al riesgo de que nuestros corazones sean confundidos (o “entenebrecidos”) y sigamos la corriente de este mundo (Efesios 2:2). Hay que tomar una decisión.
Yo decido vivir mi vida de forma tal que intencionalmente honre y agradezca a Dios.
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