El precio de la libertad
Vivimos en un mundo que ha alcanzado mucho conocimiento. Este conocimiento nos ha llevado a sentirnos autosuficientes. Como resultado se rechaza todo tipo de enseñanza que se pueda considerar anticuada o limitante a la búsqueda de la libertad de acuerdo a la definición de cada persona. Este rechazo incluye la palabra de Dios.
Hemos rechazado la palabra de Dios sacándola de las escuelas y las oficinas de gobierno, y aun vemos como se ha comenzado a sacarla de las doctrinas de las iglesias. Pero lo peor es cuando rechazamos la influencia de la palabra de Dios en nuestros corazones.
¿Necesitamos la palabra de Dios? Tenemos conocimiento. Nos hemos librado de los engaños que nos mantenían en ignorancia. Ya no necesitamos que nos digan cómo vivir, pues cada uno sabe lo que le conviene. Nos va muy bien. Somos libres. Al menos eso creemos.
¿El resultado?
- Muchos hacen lo que sea con tal de alcanzar lo que quieren
- Algunos toman la vida de otros para buscar notoriedad o simplemente porque la sociedad no los ha hecho felices
- Niños matando a otros niños para satisfacer a un personaje de fantasía
- Una generación que sacrifica a sus hijos mientras buscan alcanzar para ellos “una vida mejor”
- Predicadores que se enriquecen y olvidan el ejemplo de Jesús
- Religiosos que echan a un lado la verdad de la palabra para justificar conductas pecaminosas
- Etc…
Un precio muy alto para lo que llamamos libertad. ¿Por qué? El fundamento de esta libertad se ha construido sobre la arena.
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. – Mateo 7:24-27
Estamos pagando el precio del rechazo a la palabra de Dios. Podremos ser libres de la palabra de Dios, pero no de las consecuencias de la que a través de ella Dios nos alerta. Libertad así no es libertad. Es un precio muy alto a pagar.
¿Qué precio estas dispuesto a pagar por tu libertad? Gracias a Dios que ya Jesús pagó el precio por mí.
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